Artículo invitado: Automedicación animal, por Alejandro Pérez Riquelme ~ Bioblogia.net

24 de febrero de 2019

Artículo invitado: Automedicación animal, por Alejandro Pérez Riquelme



En el campo de la zoología, los expertos tienden a imponer limitaciones a las capacidades cognitivas de los animales que, en muchas ocasiones, no son más que un intento de marcar unas barreras “intelectuales” entre éstos y los humanos.

Antes de que Jane Goodall comenzara su investigación con chimpancés durante la década de los 50 del siglo pasado en Gombe (Tanzania) y documentara el uso de herramientas por estos simios, la comunidad científica atribuía a los humanos esta capacidad de manera exclusiva. Este comportamiento ha sido observado más adelante en otras especies como los cuervos, cuya inteligencia ha quedado demostrada en multitud de experimentos de etología y cognición animal.

A bonobo (Pan paniscus) at the San Diego Zoo "fishing" for termites. Author: Mike Richey.
De igual manera, hasta hace poco se pensaba que el uso de “remedios naturales” sólo se daba en nuestra especie. Sin embargo, existen diversos estudios que documentan este comportamiento en diversas especies animales, lo que se denomina como “automedicación”. Esto puede parecer poco creíble, debido a la dificultad de demostrar que el consumo de un alimento se realiza por esta causa y no simplemente por sus propiedades nutricionales. Sin embargo, para que un comportamiento pueda considerarse como automedicación deben darse necesariamente una serie de condiciones:

· Ingestión o aplicación externa del compuesto.

· El compuesto debe mejorar el estado físico del individuo, aumentando su tolerancia a la infección por parásitos o disminuyendo su carga en su organismo.

· Debe entrañar un coste anti-nutricional a consecuencia de su toxicidad.

· El comportamiento de automedicación debe darse de manera natural en el medio.

· La automedicación debe iniciarse como consecuencia de una infección (terapéutica) o como medida para disminuir el riesgo (profiláctica).


El tipo de automedicación más documentado es el consumo de plantas o insectos con metabolitos secundarios o principios bioactivos específicos. Entre los insectos en los que se ha descrito un uso medicinal desde la antigüedad encontramos un caso muy curioso, el de los meloides o cantáridas (escarabajos de la familia Meloidae), documentado ya en la época de Hipócrates, considerado como “el padre de la medicina” (S. V a.C.).

El ejemplo más conocido es posiblemente el de la “mosca española” (Lytta vesicatoria), cuyo extracto se ha usado como remedio de diversas patologías, aunque una de las razones más populares de su consumo se debe curiosamente a un “efecto secundario” producido por la cantaridina, un metabolito secundario producido por esta familia de coleópteros y… ¿¿adivinas cuál es este efecto secundario??

Pues se trata ni más ni menos que del priapismo, que básicamente es una erección mantenida en el tiempo. Por esta razón, a pesar de sus efectos tóxicos potencialmente letales, este compuesto se ha usado hasta bien entrado el S. XVIII como una especie de “viagra natural”. Este uso puede parecer de poca trascendencia, pero en realidad se ha usado incluso entre la monarquía europea.
Mosca española (Lytta vesicatoria). Fuente: Stefanie Hamm / Wikimedia Commons
Es bien sabido que los humanos consumimos cosas muy raras para curar nuestra impotencia (lo que por desgracia tiene repercusiones muy negativas sobre la fauna silvestre), por lo que no es de extrañar que la gente se comiera estos escarabajos tóxicos, pero… ¿¿esto también lo hacen los animales?? Pues parece ser que sí, pero vayamos por partes…

Un caso curioso de automedicación con este fin es el de la avutarda común (Otis tarda). Debido al sistema de apareamiento en lek de las avutardas, las hembras son bastante selectas, ya que lo que la mayoría sólo se aparean con unos pocos machos en base a una serie de criterios entre los que se encuentran la edad, el peso, el vigor o los caracteres sexuales secundarios (como las “barbas” o la coloración del plumaje). Es por ello que estos “sementales” necesitan mantener una apariencia física óptima y una actividad sexual continuada durante el cortejo y apareamiento.
Macho adulto de avutarda común (Otis tarda). Fuente: Andrej Chudý / Wikimedia Commons
Un factor que determina en parte el éxito reproductivo de los machos es la carga parasitaria. Esto tiene su justificación, puesto que algunos helmintos o “gusanos” gastrointestinales que parasitan a la avutarda absorben sus carotenoides (metabolitos con propiedades pigmentarias adquiridos en la dieta), alterando la intensidad del color anaranjado que exhiben en su plumaje. Por otro lado, durante el cortejo, los machos exhiben la parte posterior a la hembra, que examina detenidamente la cloaca del macho. Se ha observado que la presencia excesiva de helmintos en la cloaca del macho es un criterio que puede provocar el rechazo por parte de la hembra.

Para combatir esto, se ha observado que algunas poblaciones de avutarda en la península ibérica se automedican con ciertas especies de meloides como Berberomeloe majalis y Physomeloe corallifer, conocidas comúnmente como “aceiteras”, debido a su actividad antiparasitaria. Esto da lugar a la hipótesis de que los machos que sean capaces de ingerir una mayor cantidad de estos escarabajos tendrían más posibilidades de copular gracias a la propiedad vigorizante sexual y antiparasitaria de la cantaridina. Por lo tanto, el consumo de estos insectos podría considerarse, hipotéticamente, como un mecanismo de selección sexual en la especie.


Ejemplar de aceitera adulto (Berberomeloe majalis). Fuente: Wikimedia Commons
Sin embargo, el límite entre el efecto medicinal y tóxico es a veces difuso y depende en gran medida de la dosis. En el caso de la avutarda, se ha estimado que la dosis letal media de cantaridina es aproximadamente la contenida en 5 meloides adultos. A pesar de esto, los casos de mortalidad en la especie debido al consumo de meloides parecen ser excepcionales, debido a que ingieren una cantidad limitada (casi siempre un sólo individuo), lo que evitaría que la avutarda muriera por una “sobredosis” de cantaridina. El término científico para denominar a esta capacidad intrínseca de algunos animales es “zoofarmacognosia”, que proviene de los términos griegos “zoo” (animal), “fármako” (droga) y “gnosis” (conocimiento).

La avutarda no es ni mucho menos el único ejemplo de automedicación que existe, puesto que se ha descrito este comportamiento en grupos animales muy diversos. Algunos ejemplos que podemos encontrar son:

· Los rumiantes (vacas, ovejas, cabras, ciervos… etc.): consumen taninos vegetales para controlar su carga parasitaria.

· Algunos primates como los monos capuchinos o los lémures llevan a cabo un comportamiento denominado “anting”, que consiste en frotarse hormigas contra la piel para aprovechar el efecto “insecticida” del ácido fórmico contra los parásitos externos como las garrapatas.

· Entre los anfibios, es conocido el caso de las ranas dendrobátidas que utilizan algunas tribus nativas en Sudamérica para impregnar las puntas de sus flechas de veneno. Se ha observado que estas ranas no segregan este tóxico cuando se mantienen en cautividad, por lo que se piensa que lo producen gracias a artrópodos que consumen en su medio natural.
Rana dendrobátida (Dendrobates tinctorius). Fuente: Olaf Leillinger / Wikimedia Commons
· Se ha visto que incluso algunas especies de himenópteros como las hormigas y las abejas se automedican con resinas vegetales con efecto antimicrobiano, lo que tiene una función muy importante en el caso de insectos coloniales como éstos.

· Otras especies de insectos, como la mariposa monarca (Danaus plexippus), recurren a la “automedicación intergeneracional”, es decir, en beneficio de su prole, puesto que cuando sufren un grado de parasitación elevado, seleccionan a las asclepias o algodoncillos para poner sus huevos, un tipo de planta que produce un látex con efecto antiparasitario.

A pesar de lo interesante que esto pueda parecer, resulta que la automedicación es un campo que apenas ha comenzado a investigarse, a pesar de sus posibles implicaciones en la conservación de especies amenazadas como la avutarda. Como sabemos, las interacciones ecológicas que tienen lugar en un ecosistema son muy complejas, de manera que la alteración de sus niveles de biodiversidad puede suponer que varias especies se vean perjudicadas de una u otra manera. Este es el caso de la avutarda, cuyo hábitat natural, las estepas agrarias, está amenazado por las prácticas cada vez más intensivas que se han promovido en Europa. Esto incluye el uso de pesticidas para combatir las plagas de insectos que perjudican a los cultivos, entre los que se encuentran los escarabajos meloides que, como hemos visto, juegan un papel en la selección sexual en esta ave.

Por tanto, a falta de investigar más en este campo, podemos afirmar que una de las consecuencias de la pérdida de biodiversidad es la merma de la farmacopea natural que representan las plantas e insectos con un potencial medicinal.

En conclusión, los animales son capaces de automedicarse para seguir sus instintos básicos de supervivencia, un campo nuevo de la ciencia muy interesante del que apenas conocemos muy poco y del que queda mucho por investigar.

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Sobre el autor:

Alejandro Pérez Riquelme



"Mi nombre es Alejandro y vengo de Murcia. Estudié veterinaria en la universidad de esta ciudad a causa de mi interés por los animales y porque me dijeron que los bocatas de la cafetería esa facultad eran los mejores de la uni. Durante la carrera, descubrí mi pasión por la naturaleza y los animales salvajes, así que al acabarla me fui un año a Alemania a participar en un proyecto de voluntariado europeo en un centro de recuperación de fauna silvestre. Para especializarme en este campo, más tarde decidí volver a Murcia para matricularme en el Máster en Gestión de la Fauna Silvestre y adquirir más experiencia en otros centros en España y Portugal. Al año siguiente, una beca en el Ministerio de Agricultura, donde actualmente trabajo, me permitió vivir en Madrid a la vez que completaba mi formación como alumno del Máster en Espacios Naturales Protegidos de EUROPARC. Gracias a una colaboración académica con el Museo de Ciencias Naturales del CSIC pude realizar mi trabajo sobre automedicación en avutardas."

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